Por: Carlos Alfredo Ravest Letelier, Estudiante titulado de Sociología 2017 en la Universidad de Valparaíso, pasante del Centro de Estudios del Desarrollo CED, y de la cátedra de Sociología PUC. Escritor, investigador social. Socio del Centro Estudios de la Región de Valparaíso desde 2018
La crisis de la educación el 2006, el 2011, y el posterior estallido social del año 2019, han puesto sobre la mesa la interrogante respecto del proyecto país y la separación que se realiza entre cultura y educación en Chile.
Colegios con talleres informales de educación artística que funcionan mejor que los talleres formales, directores de escuela supeditados a las corporaciones educacionales, reducción de objetivos de aprendizaje, clases híbridas mitad online, mitad presenciales en medio de un proceso de desmunicipalizacion ponen en jaque los modelos de enseñanza del país y las formas de aprendizaje.
La memoria de los barrios y la ciudadanía invisible reaparecen en un contexto de temores, dolores, incertidumbre. El malestar con el mundo, ha generado que la gente vuelva a agruparse, realizar encuentros, consultas ciudadanas, cabildos en las diferentes localidades de Chile. Para algunos es una vuelta al concepto de comunidad, una reacción característica en épocas de cambio. Así mismo, los cabildos parecen estar mutando hacia la idea de cabildos culturales.
Abrir espacios a artistas urbanos, escritores, grupos de música, orquestas juveniles e infantiles, profesores, pintores, permite oxigenar el proceso de transformación que vive el País, para lentamente ir recuperando ciertos espacios como parques, plazas, democratizando el debate ciudadano muchas veces capturado por la catedra y la mirada de los expertos. El dialogo con personas, agrupaciones que piensan diferente permite redescubrirnos, aprender a mirarnos como país desde otro ángulo.
Uno de los aprendizajes que podemos sacar en momentos de crisis, es observar como las comunidades se han organizado para hacerle frente a las grandes catástrofes sacuden a la humanidad. El arte como nos enseña el cine, históricamente ha jugado un rol alquímico de sanación, liberación de las peores pestes, abriendo un espacio de comunicación que muchas veces ha sido vetado. Los procesos artísticos, culturales a veces son tan o más importantes que los resultados.
El entrar en contacto con otras culturas, otras miradas permitió en el pasado que Chile lograra revalorizar lo propio, superar parte del arribismo criollo que afecta nuestra identidad. Hoy la motivación a realizar encuentros culturales, no se reduce al acceso a palacios, museos, más bien la ciudadanía parece estar buscando espacios abiertos, democratizados para poder tomar parte del cambio epocal.
Si Gaston Soublette acierta en su planteamiento respecto de que tanto el estallido como la pandemia simbolizan una especie de dolores de parto del nuevo paradigma cultural que viene, los cabildos culturales serian una de las formas de expresiones de que los chilenos nos estamos empezando a sanar de una larga enfermedad, que comenzó cuando olvidamos la integración latinoamericana y termino enseñándonos que los mounstros a veces aparecen en medio de lo nuevo que no termina por nacer y lo viejo que no termina de morir.